domingo, 31 de marzo de 2013

IGUALDAD HOMBRE MUJER (I)

 Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, es decir desde aquellos tiempos en los que nuestros antepasados descendieron de los árboles allí en África, hombres y mujeres han tenido un rígido reparto de roles.

Ellos dotados de una mayor fuerza física y libres de la carga del embarazo y la lactancia debían salir a cazar, enfrentarse a los peligros del exterior de la cueva, reunirse en bandadas, acechar las presas... ellas debían mantener constante el fuego, amamantar a las débiles crías, recolectar pequeños frutos cercanos al escondite en el que se protegía el grupo... los roles de cada cual estaban bien definidos, los marcaba rígidamente la naturaleza y nadie pensó que pudieran cambiar.

Con la llegada de la agricultura y la ganadería no cambió demasiado este reparto de roles. Ellas seguían teniendo que cuidar a la numerosa prole ya que apenas nada se había avanzado en cuestión de anticonceptivos, ellos debían de enfrentarse al exterior y realizar los trabajos físicamente más duros.
Cuando llegó la revolución industrial, no hace ni dos siglos, apenas un suspiro dentro de la amplitud de la historia, la división del trabajo entre hombres y mujeres, las costumbres y normas sociales que obligaban a unos y otras, la especialización psicológica diferente para uno y otro sexo, las leyes, todo, estaba basado en aquella antigua división necesaria y lógica, hasta entonces, de trabajo y roles entre hombres y mujeres.
Es difícil precisar cuándo las asociaciones de mujeres empezaron a reivindicar un cambio de mentalidad, de costumbres, y de legalidad que fueran dándolas mayores posibilidades políticas, legales, sociales, y de tener un “comportamiento moral” menos censurado y más libre. A mí me gusta recordar la fecha del 1 de Octubre de 1931 en la que el Congreso de los Diputados de España aprueba el derecho al voto de las mujeres.

Estos cambios  legales, sociales y morales han sido muchos por fortuna, baste con recordar algunos de ellos: Poder comprar y vender sin autorización del padre o del marido, incorporación a prácticamente cualquier sector de la producción, (quién nos hubiera dicho hace años que habría mujeres en la Guardia Civil o en misiones tripuladas al espacio), uso libre de anticonceptivos, poder denunciar una agresión sexual sin ser menospreciada, acceso a puesto de poder dentro del organigrama del Estado,  puestos de dirección en grandes empresas, poder decidir en algunos casos sobre si interrumpir o no el embarazo...

Los cambios conseguidos no son suficientes, hay que profundizar en la consecución de las lógicas reivindicaciones femeninas. Queda trabajo por hacer y básicamente serán ellas las encargadas de seguir empujando el cambio social. Vaya para ellas mi admiración y solidaridad.

ESTEBAN CAÑAMARES
PSICÓLOGO CLÍNICO Y SEXÓLOGO
MADRID
www.epecpsicologos.com

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