domingo, 31 de marzo de 2013

IGUALDAD HOMBRE MUJER (I)

 Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, es decir desde aquellos tiempos en los que nuestros antepasados descendieron de los árboles allí en África, hombres y mujeres han tenido un rígido reparto de roles.

Ellos dotados de una mayor fuerza física y libres de la carga del embarazo y la lactancia debían salir a cazar, enfrentarse a los peligros del exterior de la cueva, reunirse en bandadas, acechar las presas... ellas debían mantener constante el fuego, amamantar a las débiles crías, recolectar pequeños frutos cercanos al escondite en el que se protegía el grupo... los roles de cada cual estaban bien definidos, los marcaba rígidamente la naturaleza y nadie pensó que pudieran cambiar.

Con la llegada de la agricultura y la ganadería no cambió demasiado este reparto de roles. Ellas seguían teniendo que cuidar a la numerosa prole ya que apenas nada se había avanzado en cuestión de anticonceptivos, ellos debían de enfrentarse al exterior y realizar los trabajos físicamente más duros.
Cuando llegó la revolución industrial, no hace ni dos siglos, apenas un suspiro dentro de la amplitud de la historia, la división del trabajo entre hombres y mujeres, las costumbres y normas sociales que obligaban a unos y otras, la especialización psicológica diferente para uno y otro sexo, las leyes, todo, estaba basado en aquella antigua división necesaria y lógica, hasta entonces, de trabajo y roles entre hombres y mujeres.
Es difícil precisar cuándo las asociaciones de mujeres empezaron a reivindicar un cambio de mentalidad, de costumbres, y de legalidad que fueran dándolas mayores posibilidades políticas, legales, sociales, y de tener un “comportamiento moral” menos censurado y más libre. A mí me gusta recordar la fecha del 1 de Octubre de 1931 en la que el Congreso de los Diputados de España aprueba el derecho al voto de las mujeres.

Estos cambios  legales, sociales y morales han sido muchos por fortuna, baste con recordar algunos de ellos: Poder comprar y vender sin autorización del padre o del marido, incorporación a prácticamente cualquier sector de la producción, (quién nos hubiera dicho hace años que habría mujeres en la Guardia Civil o en misiones tripuladas al espacio), uso libre de anticonceptivos, poder denunciar una agresión sexual sin ser menospreciada, acceso a puesto de poder dentro del organigrama del Estado,  puestos de dirección en grandes empresas, poder decidir en algunos casos sobre si interrumpir o no el embarazo...

Los cambios conseguidos no son suficientes, hay que profundizar en la consecución de las lógicas reivindicaciones femeninas. Queda trabajo por hacer y básicamente serán ellas las encargadas de seguir empujando el cambio social. Vaya para ellas mi admiración y solidaridad.

ESTEBAN CAÑAMARES
PSICÓLOGO CLÍNICO Y SEXÓLOGO
MADRID
www.epecpsicologos.com

miércoles, 27 de marzo de 2013

INCESTO

Hay personas que han tenido la triste experiencia de sufrir abusos sexuales por parte de algún familiar. Estos abusos pueden haber ocurrido incluso sin contacto. Pueden haber consistido en una actitud seductora por parte del adulto, o haber sido obligados a presenciar el acto sexual de los padres, exponerle al niño / a a  ver pornografía...

   Estos pacientes suelen padecer problemas del tipo: disfunciones sexuales varias (Anorgasmia, Falta de deseo), miedo al sexo, disociación mente-cuerpo, etc... Además de las repercusiones sexuales está la posibilidad de que haya otras, tal como depresión, conducta adictiva a substancias, comportamiento exagerado y abusivo en varios ámbitos, baja auto – estima, trastornos de personalidad, confusión de roles,.

 El compañero íntimo de estas parejas suele ser considerado como la segunda víctima del incesto.


-          Lo han padecido 1 de cada 6 niñas y 1 de cada 10 niños.


- Un síntoma de que puede haber existido situación incestuosa es la de agresividad ante las demandas sexuales del cónyuge, miedo al sexo,...


- La unión emocional con el miembro de la familia que participa en el incesto está contaminada por el secreto y por un sentimiento de impotencia y desvalimiento. Además el niño es convertido en objeto sexual, se siente manipulado y no respetado.


- El abuso a menores y el incesto arrebata a la víctima el derecho y la oportunidad de tener la experiencia sexual por propia elección, bajo su control, de auto explorarse y de vivenciar lo sexual a su propio ritmo.


- Las disfunciones más frecuentes entre quienes han recibido abusos son: falta o disminución de excitación,  falta de orgasmo, miedo al sexo.


- Algunas veces también puede haber una hipersexualidad, una actividad promiscua que algunos autores entienden como una forma de reafirmar su poder y control frente a los hombres. (O mujeres, si es un hombre), esta promiscuidad frecuentemente iría asociada a abuso de alcohol y otras substancias, (sería el caso de muchas prostitutas, que sufrieron abusos de pequeñas)


- La gravedad de las disfunciones dependerá de la conducta sexual vivida en la infancia ¿caricias corporales? ¿Caricias de genitales? ¿Penetración de algún tipo? ¿Hubo violencia física? etc... La gravedad también dependerá de la edad de la víctima, del número de veces,  grado de alteración mental del ofensor,

- Olores, sonidos, determinados ambientes,... pueden hacer que se disparen los recuerdos de los abusos o situaciones incestuosas vividas, y pueden hacer “difícil” que la víctima “se dé cuenta” de que su compañero sexual actual no es el ofensor.


- Las “técnicas” que un día sirvieron a la víctima para hacer frente a la situación de abuso o incesto pueden aparecer automáticamente en el presente dificultando la experiencia sexual gratificante. Por ejemplo puede aparecer un proceso de disociación mente cuerpo, o la sensación de “anestesia local” por la cual “no sienten” lo que ocurre en sus genitales u otras áreas sensibles de su cuerpo.


- Puede haber una gran confusión acerca de cuál fue su papel en aquellos acontecimientos, dado que sus órganos sexuales pudieron responder (erección, lubricación, etc.). Estos pacientes necesitan saber que sus cuerpos reaccionaron como era natural que lo hicieran, que sus terminaciones nerviosas no distinguen quién las está tocando o la situación en la que está ocurriendo, simplemente responden.


- La culpa, el miedo, la vergüenza, la desesperanza sentidas en aquél momento pueden quedar condicionadas a la situación sexual.


- A veces pueden vivir el sexo como algo que puede darse, tomarse, manipularse como un objeto o una mercancía. Algo que puede usarse para conseguir cosas.


- Algunas mujeres con experiencias homosexuales pueden haber iniciado este camino como forma de eludir los miedos asociados a una relación con un varón.


- La pareja ideal para una terapia tendría las siguientes características:

1.      Fuerte vínculo entre ellos
2.      Disfrutar del contacto no sexual
3.      Deseo mutuo de cambio

La ausencia de estas características pone más cuesta arriba la terapia.

  
Esteban Cañamares
Psicólogo clínico
Colegiado m-09659

domingo, 24 de marzo de 2013

HIJO SE INDEPENDIZA, MADRE CON DEPRESIÓN

Con la incorporación de las mujeres al mundo laboral y en general a la vida social, ahora es más infrecuente, pero se sigue dando el fenómeno de que al independizarse el hijo/a la madre se siente vacía, inútil, deprimida.

Ocurre con más facilidad si es el único hijo, y también si la madre ha vivido a su retoño como una parte de si misma, y no como un ser independiente y autónomo al final de su desarrollo. También es más frecuente si esa madre no tiene una buena relación con otras personas como marido, hermanos, o compañeros de actividades lúdicas. Si además la partida de la hija/o es inesperada, brusca o cortando los lazos de comunicación con la madre mucho peor.

En estos casos no hay que insistir machaconamente a la madre que deje hacer al hijo su vida, ni que ella salga y se distraiga. Al contrario hay que animarle a que exprese cuanta tristeza sienta, a que exteriorice los sentimientos que tenga de traición, fracaso, etc. por muy injustos y equivocados que sean. También tendrá que comprender que si bien su papel de madre en activo, en primera línea, ha terminado, siempre será una figura fundamental para sus hijos, siempre estará “de guardia” por si la necesitan puntualmente, y que tras un tiempo gozarán de agradables momentos de encuentro personal.

Si la depresión es importante, con fantasías de suicidio muy concretas, y otros síntomas importantes como perdida de peso e insomnio grave, deberá acudir a un profesional de la salud mental y en los casos más graves aceptar medicación antidepresiva.

Si no hay trastornos psicológicos previos, consumo de alcohol, etc. el pronóstico es bueno.

Esteban Cañamares
Psicólogo Clínico y Sexólogo
Madrid

jueves, 21 de marzo de 2013

HASTA DONDE DEBO COMPLACERLE EN LA CAMA

En una relación sexual ha de buscarse el máximo placer y la mayor  diversión posible de ambos participantes.

Conseguir este objetivo, seguramente requiere de adaptaciones, esfuerzos y renuncias por ambas partes, pero no de manera ilimitada. Tu esfuerzo por complacer a tu pareja debe tener estos límites:

. Que no solo tú realices el esfuerzo de adaptarte, de complacer sus gustos, de conocer sus necesidades eróticas. El/ ella también debe realizar iguales o semejantes esfuerzos.

. Los cambios en tu forma de hacer el amor, tal como tu grado de participación activa, nuevas posturas, nuevos puntos erógenos a estimular... deben ser graduales, y debes exigirle tiempo y paciencia hasta que logres alcanzar el tipo de comportamiento sexual que más le satisface y que por supuesto también te satisfaga a ti.

. Nunca renuncies a tus convicciones morales, a tus creencias, a lo que sean tus normas éticas. No importa cuan tradicionales, "carcas", "progres", trasnochadas, o particulares sean, son tuyas y debes ser congruente con ellas. Exígele todo su respeto en este sentido. De lo contrario no solo no conseguirías mayor nivel de satisfacción sexual, sino que entrarías en una crisis personal que nada, ni nadie merecen. Dicho esto, no olvides que es legítimo cambiar y someter a revisión de cuando en cuando, nuestra forma de entender la vida.

. Nada de lo que experimentes, de lo que te pida, de lo que hagas por contentarle, debe producirte dolor. Ni físico ni psíquico. La sexualidad nada tiene que ver con el sufrimiento.

. Por mucho que pueda insistir, y por mucho que te cuente que puede ser una experiencia maravillosa, no consientas nunca ni que te de, ni que consuma, cualquier tipo de droga. No hay ninguna substancia que a medio o largo plazo mejore la sexualidad, pero sí muchas que la degradan.


. En todo momento el mando sobre tu comportamiento a de estar en ti. Nunca dejes en sus manos, lo que debes o no debes hacer en la cama. Tu vida sexual a de ser una forma de hacerte crecer como persona, de completarte en tu crecimiento personal, y nunca una forma de perder autonomía, ni de delegar responsabilidades ante la vida. Es aconsejable que hagas un esfuerzo por complacerle y adaptaros en la cama, pero debes conservar siempre la posibilidad de negarte a cualquiera de sus pretensiones.

. Cuando hagas un esfuerzo por adaptarte, no estés continuamente recordándoselo como quien pasa factura, pero tampoco renuncies a hacerle ver lo que tú pones de tu parte y el esfuerzo que realizas. Tampoco tengas apuro de reconocer los esfuerzos que por su parte realice.

. Nunca renuncies a nada importante para ti, ni le concedas nada que te suponga un gran esfuerzo, mientras no tengas claros tus sentimientos hacia él.

. Si observas en tu pareja una actitud de imposición, despectiva, caprichosa, soberbia, a la hora de decirte como le gusta disfrutar y lo que quiere que hagas, niégate, incluso aunque sus peticiones no te resulten muy difíciles de cumplir. Por el contrario si su actitud es de respeto, y te propone ciertas cosas a modo de aventura común y se muestra dispuesto a adaptarse a ti, entonces realiza un esfuerzo mayor, e intenta complacerle en mayor medida.


Sinceridad, cierta cantidad de generosidad mutua, flexibilidad para revisar vuestros gustos y costumbres, y un escrupuloso respeto a las convicciones tanto del otro como propias, son los ingredientes que debéis saber combinar en vuestros encuentros sexuales para alcanzar una alta y mutua satisfacción, sin por ello correr el riesgo de daños psicológicos innecesarios.


ESTEBAN CAÑAMARES  PSICOLOGO Y SEXOLOGO  COLEGIADO M-09659 MADRID

lunes, 18 de marzo de 2013

CELOS

Sin que tenga motivo para ello observas que tu pareja es exageradamente desconfiada, celoso/a. Se interesa continuamente por tus horarios, por lo que haces o dejas de hacer, por tus relaciones personales habituales con tus compañeros de trabajo o estudio, y no digamos en esos acontecimientos especiales tal como una despedida de soltera, o cualquier otra circunstancia especial que te acerca a la posibilidad de entablar nuevas relaciones con los demás.

Y todo ello sin que tú le des la más mínima razón para que desconfíe de ti, para que dude de tu interés por él ni de tu fidelidad.

Un cierto grado de preocupación por la posibilidad de perder a la pareja es normal, es más, la ausencia total de esta preocupación puede ser indicativa de ausencia de compromiso emocional, pero el exceso de celos es una tortura.

¿A qué se debe?  ¿Cómo debes actuar?

Aquí tienes cinco de las causas más habituales y los consejos que te ofrecemos para cada una de ellas.

1) ALCOHOL Y OTRAS DROGAS

Los celos son una de las consecuencias de una ingesta habitual de alcohol u otras drogas como la cocaína. La persona se hace suspicaz, inestable, parece que ninguna situación le proporciona la seguridad suficiente como para no temer algo.

Si este es el caso de tu pareja, observarás también seguramente otros detalles tal como cambios de humor no muy justificados, incapacidad para estar relajado, pérdidas de apetito, etc.

En este supuesto debes exigirle que se ponga en tratamiento, pues nada conseguirás con tolerar una situación que nunca cura por si misma. En caso de duda sobre si consume o no, debes abordar directamente el tema      y hasta exigir que se someta a un estudio médico pues a veces ellos mismos se resisten a admitir la evidencia de que su consumo no es tan bajo ni tan ocasional como quieren creer.        

2) TRASTORNO PARANOIDE

Todos somos algo desconfiados, y esto en absoluto es malo, salvo que sea excesivo. Algunas personas llegan a padecer auténticos trastornos psicopatológicos, de manera que llegan a estar dominados por la preocupación de que los demás les quieren perjudicar, engañar, etc. hasta el punto de que desarrollan todo un sistema delirante en donde la realidad la interpretan de manera torcida e injustificada para los demás, pero no para sus propios ojos. Curiosamente detrás de este miedo a que los demás le engañen o sean violentos con él, lo que hay con mucha frecuencia es un deseo inconsciente de ser ellos los que engañen, los que se queden con lo que no les pertenece.

Si este es el caso de tu pareja, debes decirle claramente que está distorsionando la realidad y que necesita el consejo de un especialista en psicología, y no ceder en esta petición por más que se oponga y por más que esto lo interprete como "otro síntoma de que se le quiere perjudicar o engañar"; si realmente le quieres debes insistir en que ha de ponerse en tratamiento.


3) EXPERIENCIAS ANTERIORES DE "TRAICIÓN" (en la madre por ejemplo)

No es de extrañar que cuando una persona ha tenido la terrible experiencia infantil de ser abandonado por alguien en quien se confió, desarrolle una híper vigilancia respecto a lo que hacen sus seres queridos; se trata de traumas cuya repetición se quiere evitar, por lo que la persona afectada está exageradamente híper vigilante.

De ser este el caso debes hablar todo lo extensa y pausadamente que sea necesario con él, hacerle ver como sus experiencias anteriores le están aceptando, y tranquilizarlo respecto a que se vaya a repetir algo parecido entre vosotros.

4) PERSONALIDADES ACAPARADORAS

A veces se trata simplemente de que él ha sido criado de manera tal que se ha creído el centro de la creación, que piensa que los demás y tú también, tienen que estar a su disposición, que todo lo que no sea adorarlo es traicionarlo, y que en cuestión de relaciones humanas tu debes de tener bastante con estar con él. Se trata sencillamente de "un niño mal criado".

Bien harás en este caso de acostumbrarlo a que tú tienes otros intereses humanos, como amigos, familia, o profesionales, y que él debe aprender a saberte compartirte con los demás, y que sus legítimos intereses a veces tienen que esperar. Se firme o te amargará la vida.

5) FUERTES SENTIMIENTOS DE INFERIORIDAD Y DEPENDENCIA

En este caso se trata de personas que se sienten tan inferiores, y tan inválidos, que prevén el mayor de los cataclismos si su pareja les olvida. Es fácil observarlo en la tercera edad, cuando la falta de fuerzas y las limitaciones que los años imponen nos pone literalmente en los brazos del otro, con lo que se puede llegar a mantener una híper vigilancia de lo que hace la compañera/o.

Lo más eficaz contra los celos en este caso es el ayudar a tu compañero/a a que se desarrolle como persona, a que realice actividades que suban su autoestima, a que se relacione con otras personas, consiguiendo en definitiva que supere esa dependencia que tan cómoda le puede resultar al principio, pero que tan alto coste tiene al final para su seguridad interna y que se convierte finalmente en preocupaciones infundadas sobre si seguirá contando o no con tu protección.


Si él tiene un problema de celos, no caigas en estas equivocaciones:

     a)  Disminuir tus actividades normales con la intención de calmar su inquietud; además de injusto no servirá de nada.

     b) Criticarlo o ridiculizarlo por su actitud; esto no servirá para que reconsidere su postura, sino más bien para exacerbar sus celos.

     c) No busques en ti misma/o la causa de sus celos, es él quien tiene el problema y en él hay que buscar la solución; pero brindarle tu ayuda para que pueda buscarla.

ESTEBAN CAÑAMARES
Psicólogo Clínico y Sexólogo
Madrid

domingo, 17 de marzo de 2013

VALOR AFECTIVO DE LOS ALIMENTOS

Eran las cinco de la tarde, salíamos del colegio y ella estaba allí, esperándonos con su sonrisa, con su ternura, dándonos amor, como siempre que teníamos la suerte de contar con su presencia, y como expresión de ese cariño nos traía algo tangible, un buen trozo de chocolate que a nosotros nos sabía a auténtica gloria.

Ahora ya somos adultos, no contamos con su maravillosa presencia, pero nuestro cerebro guarda el recuerdo de aquel amor que recibíamos, y lo guarda junto al recuerdo del sabor de aquella merienda, que no solo nos aportaba hidratos de carbono, grasas, etc. sino también la sensación todopoderosa de ser queridos.

Por eso no es extraño que ahora, cuando nos proponemos hacer régimen, cuando hemos decidido apartarnos de aquellas cosas que tienen excesivas calorías, nos resulte tan tentador ese trozo de chocolate, o esa tarta que era la forma de celebrar nuestro cumpleaños, o esas patatas fritas, o ese helado que antes recibíamos como premio a un buen comportamiento, o cualquier otro alimento que, lo sepamos o no, nos traiga recuerdos del afecto recibido, de la atención de nuestros mayores, de la reunión familiar en torno a ese alimento, de la convivencia con seres queridos que ya no están, etc. etc.

Los alimentos tienen no solo un valor energético y alimenticio sino también un valor emocional, el de las emociones que se unieron a su consumo en tiempos pasados. Y al igual que necesitamos para nuestra salud física las sustancias químicas que nos aportan, también necesitamos para nuestra estabilidad psíquica de los recuerdos que son capaces de evocar, aunque en muchísimos casos se trate de recuerdos que no percibimos conscientemente, por muchas razones, por ejemplo por el simple paso del tiempo.

Al privarnos de nuestros tradicionales y deseados alimentos, nos privamos también de las emociones que ellos nos generan, de la sensación de unión familiar, de ser queridos, de haber vivido etapas mejores, etc. Y esta es otra razón más para que un régimen se nos haga especialmente duro de seguir, de que nos tienten enormemente determinados alimentos, y de que conseguida la deseada pérdida de peso muchas veces nos saciemos de ellos y emprendamos una vez más la tan temida gordura.

Pero necesitamos, por la razón que sea, adelgazar, y para esto seguramente necesitamos reducir el número de calorías que ingerimos, y ciertos alimentos como el chocolate por seguir con el mismo ejemplo, no son precisamente los que tienen menos calorías. ¿QUÉ HACER?

Para contestar a esta pregunta debemos hacer uso de nuestra imaginación, y de la tolerancia con nosotros mismos.

Imaginación para saber hacer compatible nuestro régimen con nuestras tradiciones gastronómicas, por ejemplo preparándonos a veces nuestros habituales platos pero elaborados de manera que contengan menos calorías, o consumiéndolos cuando hemos sido especialmente eficaces en el régimen en otros platos.

Tolerancia con nosotros mismos para saber hacer una excepción en nuestro plan alimenticio, a condición de aportarnos estas sensaciones placenteras que son imprescindibles para nuestra estabilidad psíquica, y que como pretendo poner de manifiesto provienen en buena parte de las emociones que nos generan los alimentos. Si somos tolerantes y sabemos hacer una excepción en nuestro plan de adelgazamiento, podremos conseguir que este sea más longevo y por tanto y finalmente más eficaz.

Si determinado alimento nos supone una especialísima tentación, y se convierte en nuestro gran enemigo a la hora de adelgazar, pues lo consumimos compulsivamente, o simplemente porque somos incapaces de apartar su imagen de nuestra cabeza, entonces puede ser interesante que indaguemos por nosotros mismos, o con ayuda de un profesional de la psicología, cual es el valor simbólico que ese alimento tiene para nosotros, y una vez obtenida respuesta, de qué manera podríamos obtener de forma menos perjudicial para nuestra salud esa misma sensación emocional.

Tenemos que tener presente que la parte de nuestro organismo que degusta los alimentos, y los clasifica en más o menos deseables, es el cerebro, donde residen también nuestros recuerdos, nuestros deseos, nuestros miedos, y si me lo permiten "nuestro coraz."

ESTEBAN CAÑAMARES
Psicólogo Clínico y Sexólogo
Madrid

sábado, 16 de marzo de 2013

VAGINISMO


     El vaginismo consiste en la contracción involuntaria de los músculos de la vagina, de manera que la penetración del pene se convierte en algo difícil o incluso imposible.
    
     Debe entenderse con claridad que se trata de algo involuntario, de un acto reflejo, igual que el que se produce cuando alguien nos sopla en los ojos e involuntariamente los cerramos.
    
     Esta dificultad sexual tiene la mayoría de las veces  un origen psicológico y de mantenerse puede causar graves problemas en la pareja, pues no sólo impide el desarrollo del acto sexual, sino que puede producir en el hombre la sensación de rechazo y en ambos miembros de la pareja la idea equivocada de ser incompetentes en el terreno sexual.

     Esta disfunción  femenina es más frecuente en las primeras relaciones, y detrás de ella encontramos con frecuencia actitudes hostiles hacia la sexualidad, debidas a una educación paterna muy restrictiva. Es como si en el fondo la persona siguiese viendo las relaciones sexuales como algo sucio y pecaminoso.

     Otras veces se debe a experiencias sexuales traumáticas, como puedan ser violaciones o algún tipo de abuso deshonesto ocurrido en la infancia o en la adolescencia y del que la mujer ha perdido en parte el recuerdo.

     También podría tratarse de miedo a no comportarse  correctamente en el encuentro sexual o simplemente un profundo miedo al embarazo, (incluso aunque se esté usando algún anticonceptivo).

     Otra causa puede ser la repulsa inconsciente hacia el compañero sexual, o simplemente puede consistir en un intento por parte de la mujer de no ser tratada como objeto sexual.

     Aunque estamos ante una de las disfunciones, en las que el profesional de la psicología consigue más éxito, debo aconsejar que la primera forma de intentar superar este problema sea la de usar grandes cantidades de comprensión y de diálogo dentro de la pareja.

     Recordemos una vez más que se trata de una contracción involuntaria, que posiblemente se deba a la experiencia de haber pasado por un acontecimiento doloroso, por lo que de adoptar la postura contraria, es decir la exigencia y la insistencia en llevar a cabo el acto sexual, posiblemente lo único que obtengamos sea que el problema se haga más persistente y que las relaciones de  pareja se vayan deteriorando.


     De aparecer esta dificultad sexual tras una prolongada etapa de funcionamiento normal, deberíamos intentar recordar qué acontecimientos han podido ocurrir últimamente y que puedan estar influyendo en nuestra valoración de la sexualidad y/o de la pareja, y de no encontrar nada significativo deberíamos acudir a un ginecólogo que descartase o tratase problemas de su competencia, como pudiera ser una infección vaginal; (la visita al ginecólogo debe ser siempre la primera medida a tomar para que éste médico compruebe que todo está bien a nivel orgánico)

     No debemos confundir el vaginismo con la falta de lubricación vaginal producto de una falta de juego erótico. Esta falta de juego erótico es frecuente en muchas parejas que sólo valoran la penetración o que adoptan para ambos miembros el modelo de funcionamiento masculino, es decir de excitación rápida, sin darse cuenta que la mujer suele tener un ritmo más lento de excitación.


                  ESTEBAN CAÑAMARES MEDRANO
                 PSICOLOGO CLINICO Y SEXOLOGO
                      Colegiado M-09659
MADRID

jueves, 14 de marzo de 2013

¿HACER EL AMOR ADELGAZA?

No, no adelgaza.


Si bien es cierto que durante el acto sexual el corazón late más deprisa, que los músculos se tensan, que la respiración se acelera, y que los movimientos pélvicos y las posturas adoptadas suponen una cierta gimnasia, también lo es que el consumo de calorías que se produce en una relación sexual, de intensidad y duración media, es aproximadamente el mismo que subiendo tres pisos por las escaleras. Teniendo en cuenta que de no realizar el acto sexual, estaríamos haciendo cualquier otra actividad, como pasear, leer, o ducharnos, que también gastaría algo de energía, podemos concluir que habría que tener una actividad sexual desbordante para que el consumo de calorías tuviera alguna trascendencia de cara a adelgazar.

Y, sin embargo, el no hacer el amor sí puede facilitar que se engorde, o que se sea menos eficaz a la hora de perder kilos, ya que la frustración sexual puede estar siendo “compensada” gracias al placer de comer en exceso. Por otra parte, el no sentirse deseado por otra persona, y el complejo de inferioridad respecto a los demás, puede ocasionar bajadas anímicas que como hemos visto pueden jugar un papel importante en la cantidad y en el tipo de alimentos que tomamos.

Sí es cierto que insatisfacciones laborales, económicas, y de otros tipos, pueden producir un cierto estado de ansiedad y un desequilibrio de gratificaciones, que pueden llevarse mucho mejor si la persona tiene una vida sexual gratificante, y que le devuelva de sí mismo una imagen triunfadora. Pero esto no es distinto de lo que pasa con cualquier otro ámbito de la vida.

Hacer el amor, pero hacerlo bien, es decir, convencidos de hacerlo, sin reservas, con una persona con la que no hay tensiones ni rivalidades, y con la que podemos ser auténticos, sin miedo a embarazos o a contagios, como forma de realización personal sana, como una manera de conquistar un comportamiento propio de los adultos, puede ayudar, que duda cabe a ser constante y eficaz en el régimen. Porque cuando nos sentimos bien, realizados, satisfechos con nosotros mismos y con lo que hacemos, y con las personas con las que estamos, somos capaces de realizar de manera mantenida los esfuerzos necesarios para alcanzar metas deseables, y el alcanzar un peso adecuado puede ser una de ellas. Si además la pareja comprende el deseo de adelgazar, si anima a realizar el esfuerzo necesario, si se alegra cada vez que el obeso o la obesa consigue no salirse del régimen previsto, y si valora el esfuerzo realizado, entonces será mucho más fácil alcanzar los objetivos de peso.

Es el momento apropiado de recordar al lector que las personas que rodean a un obeso, pueden tener secreto interés en que éste mantenga sus kilos sobrantes. El miedo a las relaciones sexuales, por ejemplo por miedo a que aparezca la temida impotencia, o se repita la frustrante eyaculación precoz, o a que crezcan fantasías homosexuales, puede llevar a un hombre a estimular la obesidad de su compañera, para tener así una disculpa para no buscar las relaciones sexuales con ella. De la misma manera una esposa puede cocinar de manera más tentadora, o agigantar conflictos de poca importancia para que se trasformen en grandes ingestas, para sabotear el régimen de su esposo y que siga siendo obeso, para tener así la disculpa de no mantener con él relaciones sexuales, y poder seguir con aparente disculpa una infidelidad o una simple falta de deseo sexual.

ESTEBAN CAÑAMARES
Psicólogo y sexólogo
www.epecpsicologos.com
Madrid

martes, 12 de marzo de 2013

DEFINICIÓN DE SEXUALIDAD


     No puedo evitar una sensación de frustración cada vez que recurro a diccionarios o enciclopedias para intentar obtener una definición de sexualidad, que realmente transmita la profunda experiencia humana que la sexualidad implica.

     La sensación que personalmente recibo es la de estar abordando un asunto más propio de ordenadores que de personas, y a modo de ejemplo transcribo las siguientes definiciones:
    
     SEXUALIDAD: Conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo.
    
     SEXO: Condición orgánica que distingue al macho de la hembra en los animales y en las plantas.
        
     Diccionario de la Lengua Española, 1970
    
     SEXUALIDAD: (De sexual). Biol. Conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo. // Apetito sexual, propensión al placer carnal.

     SEXO: Biol. Condición orgánica que distingue al macho de la hembra en los seres humanos, en los animales y en las plantas.//
Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo.

        Diccionario Enciclopédico Espasa.
        Espasa Calpe S.A. Madrid, 1978.

   Personalmente, tampoco tengo una definición de sexualidad que de forma breve logre trasmitir tan importante aspecto de nuestra existencia; no obstante, intentaré explicar de  manera sumamente personal lo que entiendo por sexualidad.

   Desde el nacimiento tenemos por naturaleza el deseo de ser tocados y acariciados; véase si no cómo a los recién nacidos les resulta sumamente tranquilizante y agradable el hecho de que se les coja en brazos y se les acaricie.  Ese deseo, ese "placer", se mantiene a lo largo de toda la vida,

                                                        
Y cuando el desarrollo biológico lo posibilita, esa sensación  agradable puede (no necesariamente) convertirse en lo que llamamos excitación, es decir, en un estado de profunda alteración, con cambios fisiológicos y psicológicos y un evidente deseo de continuar con ese contacto piel con piel.

   A veces (pero no necesariamente), ese estado de gran excitación puede llevarnos a sentir la gran sensación de placer físico que llamamos orgasmo.
  
   A veces (pero no necesariamente) esta relación interpersonal puede dar como fruto la llegada de un nuevo ser, es decir, puede provocar uno de los actos de más trascendencia para la especie humana: la procreación, que es también una de las experiencias psicológicas más profundas que pueda tener una persona.
  
   Es evidente que la procreación sólo puede darse en la relación entre dos personas de diferente sexo, pero esto no quita la posibilidad de que esa relación placentera, piel con piel, se dé entre personas del mismo sexo, constituyendo lo que llamamos homosexualidad, ya sea masculina o femenina.
  
   Por otra parte, la experiencia de ser acariciado y de recibir placer también puede ser experimentada por el individuo en solitario, consigo mismo, en lo que conocemos como masturbación.

   Encontramos así que el concepto de sexualidad transciende al de "acto sexual" y puede ser visto como un componente esencial de la personalidad y del comportamiento humano.

   La sexualidad es el resultado de la interacción que cada persona establece entre el componente biológico, el instinto sexual heredado y otros factores, tales como las actividades familiares, creencias y educación.  Por lo tanto, no puede hablarse de una sexualidad común para todos los individuos, sino de una sexualidad personal, sentida, pensada y vivida de forma individual.

En definitiva:
La sexualidad es un componente natural del ser humano, que tiende a la reproducción, pero utilizable igualmente para la obtención de placer, y que es moldeado por aspectos educativos y por vivencias individuales, especialmente por las familiares.

ESTEBAN CAÑAMARES
PSICÓLOGO CLÍNICO Y SEXÓLOGO
COLEGIADO M-09659
MADRID