miércoles, 5 de junio de 2013

CAUSAS OBESIDAD (1)

La causa psicológica de obesidad más frecuente es, sin duda, la carencia afectiva.

En mis años de experiencia profesional, he observado cómo a un 45 % de mis pacientes con problemas de obesidad o al menos de fuerte sobrepeso, les incumbía esta causa como aspecto fundamental a la hora de entender su ingesta excesiva de alimentos, y como en otro 25 % más, también estaba presente, aunque como causa de menor importancia.

Los seres humanos, somos los mamíferos que al nacer, más tiempo necesitan de sus padres, para ser cuidados, protegidos, y alimentados. Esto hace fácil que asociemos el pertenecer a un grupo, el ser protegidos, el no estar solos, el sentirnos seguros, y en definitiva el ser queridos, con el acto de comer.

Al nacer cuando no dormimos, el ser cogidos en brazos, la interrelación con nuestra madre, y el acto de alimentarnos, se dan al unísono. A esto, y a veces a ser limpiados, dedicamos el 95% de nuestras primeras horas (despiertos) en este mundo.

Ya de mayores, por mil causas distintas, podemos sentir que nos falta una interrelación sólida con los demás, y podemos desear ser abrazados. Estas dos cosas son con frecuencia difíciles de conseguir. Pero no es tan difícil la tercera de las experiencias que teníamos de recién nacidos, el alimentarnos. Consumir comida, es tan fácil como abrir el frigorífico y coger algún alimento, quizás un buen trozo de chocolate que además es estimulante, o quizás un trozo de rico pastel que posiblemente además nos traiga recuerdos gratos de otra época, o quizás una simple porción de pan, que además será utilizado por nuestro organismo para fabricar sus propios antidepresivos.

De aquella tríada de acontecimientos, ser abrazados acariciados y alimentados, podemos rescatar, casi en cualquier momento esta última. Será lo más parecido a aquellos momentos en que éramos el centro de atención para lo único que parecía existir fuera de nosotros, para nuestra madre, (o persona que hiciera las veces de madre).

La importancia real y simbólica del acto de comer, queda de manifiesto en multitud de momentos de la vida. Comiendo celebramos la llegada de un nuevo miembro al grupo, en los bautizos, la unión entre un hombre y una mujer, en las bodas, el acuerdo entre adultos de cara a un trabajo, en las comidas de negocios, la incorporación a la familia de un familiar político, que con frecuencia suele ser presentado con ocasión de una comida o “a tomar café”, los cumpleaños, en los que solemos invitar “a tomar algo” a los allegados,...

El comer, a veces, más que la forma de satisfacer una necesidad biológica, es una forma de “llenarnos a nosotros mismos”, de quitarnos la sensación de vacío afectivo, la soledad, la incomunicación, y de cuidarnos y darnos algo cuando sentimos que no lo recibimos del exterior.

Se trata de una ecuación que resultará un tanto incomprensible para aquellas personas que no han sentido un vacío afectivo importante a lo largo de su vida, o para aquellas otras que consciente o inconscientemente han utilizado otras vías para soportar la falta de afecto a su alrededor. Otras personas sin embargo, tendrán perfecta conciencia de que comen más en los momentos en los que sienten soledad, vacío, hastío, en los que tienen la íntima sensación de no importar a nadie, o al menos a nadie de manera especial e íntima. Un tercer grupo utilizará la comida como “parche” existencial, pero no serán conscientes de ello.

Establecer unas buenas relaciones humanas, sentir que pertenecemos a un grupo, mejorar nuestra pareja, etc. Será la mejor herramienta en la lucha contra la obesidad

Esteban Cañamares
Psicólogo Clínico y Sexólogo
Colegiado M-09659
Profesor honorario de la Autónoma
Madrid
www.psicologoestebanc.webnode.es

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